• 27/07/2024

Blog del Sagrado Corazón de Jesús: El primero de todos

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Blog del Sagrado Corazón de Jesús: El primero de todos

Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: “ya saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos, pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos” (Mc 10, 41-45).

Este texto es continuación, de aquella ocasión en que los apóstoles Santiago y Juan se acercaron a Jesús para suplicarle estar a su derecha e izquierda en el reino de Dios. A lo que Jesús responde estas palabras. Les enseña el verdadero sentido de la grandeza: es grande el que sirve, el que está dispuesto a dar la vida, el que tiene por más dignos e importantes a los demás.

El más grande en cualquier cosa es el más útil en esa cosa. Un maestro es más grande que su discípulo porque sabe más y además adiestra. La mamá es la reina de la casa y es la que más trabaja. El que sirve más es el más grande.

Aquí está uno de los secretos más grandes de la vida: ser útil. Útil al extremo. Como Jesús, yo tampoco entiendo a los grandes de este mundo. A los mandatarios que declaran guerras en sus propios o ajenos países, pero no meten las manos, no se las manchan físicamente. Eso es demasiado cómodo, pero también cobarde. Yo admiro a los grandes que estuvieron a la cabeza, a los héroes de la antigüedad que se distinguieron por estar al frente arriesgando su vida, su seguridad su integridad. En cambio, a los estrategas de escritorio no les admiro; solo les importan los números, las ganancias o las perdidas; les interesa lo que está en juego, pero son incapaces de adentrarse personalmente en el juego.

Y ser grande es ser útil. De ahí la necesidad de conocer más, de saber más, de ser más diestro en más cosas. No entiendo a los grandes que llegan a las alturas de este mundo sin esfuerzo. Será por eso que cometen grandes barbaridades, les falta experiencia, les faltan infinidad de valores. ¿Qué es un general detrás de un escritorio? A mí me impresionan más los que van al frente, sobre todo cuando saben lo que hacen y luchan por sus convicciones, cuando están en búsqueda de bienes mayores, de logros excelentes.

He sido maestro en algunos momentos de mi vida, y me sorprende y desilusiona que haya estudiantes que no están dispuestos a investigar algo, que no realizan la tarea que se les encomienda, que están más bien, dispuestos a intentar el soborno con tal de obtener la puntuación mínima y aprobar el curso. Y son jóvenes. Deberían tener una increíble sed de saber, una extraordinaria avidez de conocimiento.

Me intriga que en este tiempo de grandes cambios, de avances brutales de la tecnología, los jóvenes, y los hombres y mujeres, en general, prefieran pasar largas horas en el celular, y solamente para adentrarse en las redes sociales, en las páginas de juegos, en descargar canciones, películas o fotos; pero no investigan. Ni siquiera saben cómo es que funcionan las cientos o miles de aplicaciones que ellos utilizan. Solo conocen lo elemental. Se sumergen en mundos digitales que no entienden del todo ni en parte. Solo conocen mecánicamente y para los fines que a ellos importan.

Claro, la gran mayoría, que no entiende ni quiere entender el funcionamiento de las cosas nuevas tienen mentalidad de perdedores, de pequeños que sueñan ser gigantes, pero la inmensa mayoría de ellos no lo serán. No. Porque no aprenden. Se supone que la inimaginable tecnología de nuestros días ha puesto al alcance de todos casi la totalidad del saber. Hoy en día cualquiera puede obtener licenciaturas y hasta doctorados por Internet, y conocer varios idiomas, por lo menos los que son afines con la lengua materna y que tienen las mismas raíces lingüísticas. Pero a muchos no les importa. Casi a nadie le importa.

Existe la ambición de llegar a ser alguien en este mundo tan lleno de competencia, pero no hay quien se decida a competir verdaderamente. Y es que los medios de comunicación modernos ponen al alcance de todos la ciencia, las artes, la tecnología, pero las mayorías prefieren entretenerse con lo que sea divertido, con lo que sea ameno y ligero. Una inmensa mayoría de los seres humanos ambicionan ocupar grandes puestos de trabajo, pero hay demasiado pocas oportunidades para obtenerlos. Sobre todo, si hay falta de capacidades o habilidades; si uno no es realmente útil, no podrá colocarse en el empleo de sus sueños.

Y esto ha sido así desde siempre. El que sabe más, el que es más útil, el que es más diestro es el que compite, es el que escala, es el que sube; o también alguien puede ser que tenga amigos encumbrados en los lugares de dominio y de éxito y pueda colocarse como un verdadero señor del poder, del poder de este mundo, que oprime, que esclaviza y que, por ignorar tantas cosas lo pasa bien, a cargo de los más pobres.

Es absurdo, pero esto ocurre. ¿Cuánto tempo pasará para que este planeta esté poblado de ignorantes y todo el progreso que ahora se tiene no sea sino un recuerdo y nadie pueda comprenderlo jamás? Y es que a esto nos conducimos. Usamos muy poco de los recursos de nuestro tiempo. Usamos solo lo que creemos necesitar, pero no lo que nos hace bien.

Y tenemos en nuestras manos, y muy cerca, todo. Toda la información que necesitamos está al alcance de cualquiera; pero lamentablemente solo los más astutos conseguirán aprovechar todo esto, y a veces esos astutos no son los más capacitados ni los más útiles.

Hay unas cuantas cosas que nos pueden ayudar a alcanzar el éxito, pero hace falta un verdadero compromiso con nosotros mismos, con los demás, con el mundo y con Dios. debemos honrar nuestro pasado, nuestros antepasados; si los que vinieron antes que nosotros fueron poca cosa, es hora de declarar que algo bueno pudo surgir de ello; si nuestros antepasados fueron excelentes es hora de sacar la casta; no podemos pisotear lo que otros nos heredaron. Le debemos mucho de lo que somos al pasado.

Necesitamos comprometernos decididamente con nuestra educación, la cual tiene que ver más con lo que somos capaces de saber y hacer que con documentos que lo acrediten, aunque ambas cosas son importantes. Nadie puede llegar a ser grande sin sabiduría. Nadie que desprecie el conocimiento puede considerarse exitoso, a pesar de sus cumbres o posesiones.

Debemos también ocuparnos de tener mejores relaciones humanas y procurar, el tener amigos grandes. Conozco mejores cantantes que lo que nos ofrecen los medios de la diversión, he visto a mejores artistas que lo que los museos ponderan, he sabido de mejores deportistas en cualquier rubro que los que ganan olimpiadas o campeonatos mundiales o locales, pero todos estos no han tenido la fortuna de relacionarse con los posibles patrocinadores, manejadores, corredores y representantes. Nunca hay que despreciar una relación humana, y hay que procurar que las relaciones que se tengan puedan ser vehículo para el desarrollo personal y profesional.

Es bueno tener lealtad a la familia, a los amigos, a los aliados; de esto depende la reciprocidad en la relación y futuros o presentes éxitos profesionales, personales o laborales. La lealtad nos hace grandes, la lealtad nos abre puertas.

Y todas estas cosas exigen algo: trabajo, servicio, ser útiles, estar preparados. Es decir: ser esforzados. El que quiera ser grande que se haga el servidor de todos.

Sagrado Corazón de Jesús en vos confío.

El primero de todos
Pacco Magaña sacerdote de SLP